TE
QUISE DECIR...
En esta nueva
sociedad del “todo bien”, la mayoría de los roces que surgen
entre las personas se disparan al momento de comunicarse, básicamente,
debido a dos razones: expresarse incorrectamente y malinterpretar lo
que el otro dijo. Querer decir algo y decirlo no son necesariamente
lo mismo; no siempre lo que se quiere decir se dice ni lo que se
dice es lo que se quiere decir. De aquí...las complicaciones.
Es
muy común escuchar de padres de niños menores de 2 años
expresiones tales como: “no, todavía no habla...¡pero le
entendemos todo!”, “vieras cómo se hace entender” o, la peor,
“yo siempre sé lo que quiere”...
Cierto
es que un bebé de meses no puede emitir palabras. Cierto es también
que, no pudiendo manifestarse de otro modo, se expresa mediante
movimientos, llantos, muecas, risas y gestos, que conforman su
lenguaje no verbal. Indudable es que gran parte de la tarea del
entorno pasa por decodificar sus mensajes. Cierta y, finalmente, imprescindible
es la necesidad de evitar anclar en el “oficio mudo” y enseñar
al niño a HABLAR. Este enseñarle a hablar comienza por el adulto
hablando y haciendo consigo mismo por dejar de presumir.
Presunción que deviene de conjetura.
Suponer
no es lo mismo que interpretar, porque son acciones que implican
distintos grados de certeza. Si, por ejemplo, el niño extiende un
brazo hacia la cuchara y el otro va, la busca y silenciosamente se
la da, está suponiendo que la quiere (probable- y no seguramente-
así sea). El problema no está en alcanzársela, sino en hacer del
hecho una situación muda. El adulto tiene que hablar: “ésa es
una cuchara...es blanca, ¿viste?...de plástico...sirve para tomar
la sopa...te la regaló tu madrina, ¿te acordás?...¿te gusta?...¿qué
querés decirme, que te la dé?; entonces se dice: ‘¿me das la
cuchara, mamá?’”...Al entregársela, según la reacción que el
niño tenga, el adulto hablará en consecuencia: “me parecía que
la querías” o “mmm, no, parece que no querés la cuchara. ¿Entonces?”...Y
continuar poniendo en palabras diferentes alternativas.
En
el ejercicio de escuchar, el niño aprende, y empieza a denominar
los objetos y las acciones al tiempo en que da los primeros pasos en
la conexión con sus propias emociones. En la vivencia temprana de
que no sólo cada cosa sino cada acción y cada emoción tiene su
nombre, el niño se aleja de los supuestos...y APRENDE A HABLAR.
Hablar para manifestarse. Manifestarse para comunicarse. Comunicarse
para vincularse. Vincularse para Ser y Hacer con los demás.
En
la vida de relación, sea del tipo que sea, es esencial el
entendimiento del otro que, sin excepción, devendrá del
entendimiento de uno mismo. Primero tengo que saber qué quiero y cómo
ponerlo en palabras, para poder decírtelo y, después, entenderé
lo que me digas a mí. Si el propósito es una comunicación
saludable, es necesario hablar con precisión.
Pero
nuestros niños viven casi permanentemente expuestos a la escucha de
una muy variada gama de muletillas y expresiones carentes de
sentido, instauradas por moda, que obedecen a la maldita costumbre
de decir sin pensar. Y desde el descompromiso y la pereza de
pensamiento, la tergiversación del lenguaje intoxica la comunicación,
imposibilitando la comprensión
de unos a otros.
Será
función de los padres, entonces, estar preparados y preparar a los
hijos para vincularse a partir de la palabra, enseñándoles desde
muy temprano que el mejor camino para entender y hacerse entender es
hablar correctamente.
Psp.Ma.Alejandra
Canavesio.
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