¿QUIÉN ES QUIÉN?

 

Los abuelos ocupan un lugar y juegan un papel muy importante para el niño y sus padres...siempre y cuando sepan estar y permanecer en el sitio que les corresponde, por ser tales.

En todo grupo familiar cada integrante tiene su rol, su función específica: el papás es el papá, la mamá es la mamá, el hijo es el hijo...el abuelo es el abuelo y la abuela es la abuela, y para que la familia funcione adecuada y armónicamente, cada quien debe asumir el rol que le corresponde y ejercerlo convenientemente, en procura de una sana convivencia que promueva el establecimiento de vínculos saludables asentados en el amor y la confianza mutuos.

Toda familia normal vive un proceso de transformación y crecimiento con el correr del tiempo; continuamente, a partir de cada nueva experiencia, se readapta y reestructura para seguir funcionando equilibradamente. Es cuando la familia pierde flexibilidad para la recepción y manejo de determinado tipo de situaciones, distorsionando sus roles y su capacidad de adaptación, que su funcionamiento se torna rígido, estereotipado, automatizado, anómalo y, finalmente, aparece la patología familiar.

¿Produce iguales efectos que el niño y sus padres vivan en “la casa de los abuelos” a que sean éstos los que viva en “la casa de mamá, papá y los hijos”?... Definitivamente NO, y la razón es obvia: los dueños de casa son los que “mandan”. De aquí...se desprende el resto. Es el precio del poder. Y al costo, sin lugar a dudas, lo pagan los hijos.

El mayor y más profundo problema que surge de la convivencia con los abuelos aparece cuando éstos tratan de suplir a los padres o entran en competencia con ellos en una especie de batalla, directa o indirectamente declarada, frente a la cual el niño se ve arrastrado a tomar partido por unos u otros, como si estuviera en medio de dos “bandos” que lo obligan a “aliarse” con uno de ellos, obviamente, en contra del otro.

En presencia de los niños, comportamientos tales como criticar a los padres, desvalorizándolos; revertir y modificar sus decisiones, desautorizándolos; darles órdenes y llamarles la atención, como si aún fueran “sus pequeños”; defender y/o apañar a los niños cuando son regañados o reprendidos por algo; y chantajearlos afectivamente, a favor o en contra de los padres pero sí a favor de ellos mismos... son conductas que sólo contribuyen a crear en el niño confusión, inseguridad e inestabilidad.

La disparidad de criterios existe a partir de que cada ser humano es único e irrepetible. La brecha generacional que separa a abuelos y padres hace que, muchas veces, sean improbables las coincidencias y muy diferentes las formas de hacer frente y manejar las situaciones que se presentan en torno a los niños. La importancia está no sólo en que cada quien asuma el rol que le corresponde, sino también en evitar la manipulación del que le compete al otro.

Mientras los abuelos sepan conservar su lugar y colaboren con los padres sin sustituirlos, ayuden sin disponer, opinen sin decidir, aconsejen sin ordenar y hablen sin imponer, en el momento oportuno y manteniendo sus posturas en presencia como en ausencia de los padres y del niño mismo, éste podrá crecer en la alegría de sentir que su familia funciona acompasadamente en la búsqueda de la felicidad para todos y cada uno de sus integrantes.

Psp.Ma.Alejandra Canavesio.

 

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