FUI
YO...Y LO LAMENTO.
Demasiado
a menudo los padres se quejan estrepitosamente de la "mala
conducta" de su hijo, sin reparar siquiera por un instante y a
modo reflexivo en cuál es la razón de que el niño se comporte así.
Y, realmente, son muchos los cuestionamientos que debieran hacerse
en esos momentos, tanto para conducirlos y sobrellevarlos de la
mejor manera posible, como para evitar que sean reiterativos.
Desde
muy pequeño el niño se enfrenta al impacto de los valores y de las
obligaciones morales en las actitudes y conductas de los padres y
son precisamente ellos quienes deben MOSTRAR al hijo coherencia
entre las ideas que expresan en palabras respecto a comportamientos
convenientes y lo que hacen en realidad. Es en el hogar y en los
modelos de conducta de sus padres donde el niño aprende normas de
comportamiento. Para que se conduzca del modo y dentro de los límites
en que los padres pretenden que lo haga, la idea de las
obligaciones, de lo que se debe o no se debe hacer, de lo que se
debe o no se debe decir, de lo que se debe o no se debe ser, de lo
que está bien y de lo que está mal debe estar APERSONADA en cada
uno de los padres y de ahí deben desprenderse todas y cada una de
sus actitudes y conductas. El énfasis moral que subyace en la
crianza y educación del niño influye de manera indiscutible
perfilando su comportamiento en desarrollo.
Una
de las enseñanzas fundamentales de los padres es inculcar en el
hijo el sentido de responsabilidad, favoreciendo en él el
desarrollo de un tipo de conciencia que lo haga responsable, brindándole
todos los medios y elementos necesarios como para que aprenda a
"hacerse cargo" de sus propias palabras y actos.
El hablar de responsabilidad lleva implícita la idea del
sentimiento de culpa, como una especie de remordimiento, pesar o
autocrítica que surge a partir de cometer una mala acción o de no
actuar adecuadamente cuando hubiera sido posible hacerlo.
Siempre
que se pretenda una "buena conducta" en el niño es
imprescindible que los padres sean adultos responsables, capaces de
ser para el hijo ejemplos de un comportamiento digno, mediante el
cual lo eduquen en el hábito diario de examinar las experiencias
personales, descubrir y aceptar las equivocaciones propias,
reconocer lo que provocaron o hubieran provocado en sí mismo y en
las otras personas, pedir disculpas, arbitrar los medios como para
enmendar lo sucedido y asumir las consecuencias, tomando plena
conciencia de lo ocurrido como para que resulte factible modificar
su comportamiento de una manera constructiva, evitando la sensación
de culpa destructiva que implica una especie de autoacusación
silenciosamente repetida (que atormenta y paraliza sin conducir a
algo positivo),o directamente la negación de la falta.
Durante
la formación moral del hijo, los padres deben infundir
prioritariamente en él la conciencia de que todos y cada uno de sus
actos tienen consecuencias que producen un efecto determinado a su
alrededor y en las personas cercanas, y que él debe asumirlas,
hacerse cargo de ellas y afrontarlas convenientemente, no sólo por
su propio bienestar sino también por el de los demás.
El niño debe aprender desde pequeño que, si bien tiene
libertad de palabra y de acción, también tiene que considerar de
qué modo lo que dice y hace repercute en su entorno.
Es
demasiado frecuente que, para evitar reprimendas o represalias o,
sencillamente, por repetir modelos de conducta de los padres, el niño
niegue o no acepte sus faltas, responsabilice a otros por ellas o se
autoconvenza e intente convencer a los demás de que "aquí no
ha pasado nada" sin percatarse de que, mientras tanto, la
conciencia moral hace su "trabajo",ya sea que ese niño
haya sido formado en una moral por convicción o en una
"moral" por conformismo o temor.
Una
conciencia saludable proviene de ser responsable de lo que se dice y
hace y de lo que no se dice y no se hace, guiando la propia conducta
con ciertas reglas y normas de convivencia, mediante las cuales el
niño debe aprender y comprobar que pensar antes de hablar o hacer,
teniendo en cuenta los efectos de ese accionar en sí mismo y en el
otro, para así proceder del mejor modo posible, resulta la forma más
satisfactoria y plena de comportarse en la vida.
Psp.Ma.Alejandra
Canavesio.
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