¿EXPLICACIONES
YO?
“A
mí no me dijo nada...Y, viste, él es así; y yo también: no damos
explicaciones a nadie. Cada uno hace su vida...y chau”. ¿Qué tal? Esta fue la respuesta de un adolescente ante mi pregunta
acerca de qué explicación le había dado su padre a raíz de un
hecho ocurrido tiempo atrás y que los involucraba a ambos. Al
escucharlo, se me ocurrió la idea de un perfecto aprendiz del
prototipo del solitario que sobrevive en la fantasía de ser
omnipotente y todopoderoso, inconscientemente automarginado de una sociedad
en la que cree estar muy bien parado...
Existen
diferentes modos de relacionarse entre las personas: hay vínculos
que se eligen y otros que no; relaciones superficiales y relaciones
profundas, que se establecen según distintos criterios y en base a
circunstancias diferentes, pero siempre que se entabla un vínculo
hay un interés de por medio, y ese interés puede ser espiritual o
material: la relación puede ser buscada y/o mantenida “para mí”
o “para los dos”. Salvo en el caso de los lazos familiares y en
algunas situaciones laborales, la posibilidad de elegir a la persona
con la cual relacionarnos, está y, cuando esa persona nos es
“impuesta”, lo que podemos elegir es qué tipo de relación
tendremos con ella. Elegido o no, el vínculo puede ser superficial
o profundo y esa cualidad va a depender pura y exclusivamente de las
personas que lo entablen. Uno puede relacionarse con otro “porque
te quiero por vos y para los dos: para ayudarnos, apoyarnos,
escucharnos, sostenernos, hablarnos, contenernos, mimarnos,
abrazarnos y amarnos...porque te respeto y admiro...porque te
reconozco valioso...porque con vos aprendo...porque es un placer
estar juntos...porque me hacés sentir útil...porque te necesito
para mí: para que me ayudes, me apoyes, me escuches, me sostengas,
me hables, me contengas, me mimes, me abraces y me ames...porque me
siento sola y no tengo cerca a otro alguien...porque me convenís
económicamente...porque sos la puerta de acceso a cosas que, sin
vos, jamás conseguiría...porque sos para mí un trofeo...porque
quiero vanagloriarme y que todos vean que estoy con vos...porque me
das lo que nadie...porque no puedo vivir sin vos...porque si no te
sonrío, me quedo sin trabajo...porque no tengo alternativa...” En
fin...¡tantas! razones que son las que, precisamente, van a hacer
de la relación un vínculo verdadero o aparente.
Abusando
de una libertad e independencia ficticias, muchas personas
“viven” la vida sin importarles nada fuera de sí mismas. Hacen
y deshacen, dicen y desdicen sin inmutarse ni tener la menor
consideración por el otro. Están, no están, llegan, se van,
aparecen, desaparecen...sin más palabras que las indispensables.
Sin explicar. Precisamente por esto y amparados en que “nadie se
va a enterar” se permiten todo tipo de procederes, despreocupándose
por cómo vayan a afectar al otro. “¿¡Dar explicaciones!? JAMÁS”.
Grave error. Porque no se trata de detallar “partes diarios” a
viva voz, publicar lo privado ni exhibir la intimidad. Se trata,
simplemente, de EXPLICAR, de exponer algo con claridad para
hacerlo más perceptible, de dar a conocer la causa o motivo de
alguna conducta o situación, de justificar palabras o acciones
declarando que no hubo en ellas intención de agravio. De eso es de
lo que se trata. Nada más y nada menos.
Que
la persona no explique no significa que no sienta, piense ni le
sucedan cosas. Y las cosas no ocurren “porque sí”. Muy
equivocado está aquel que pretende la vida librada al azar. Porque
en la casualidad como norma no caben el compromiso ni el encuentro,
que son condiciones fundantes del vínculo profundo y duradero. En
la cerrazón y el hermetismo no se puede más que sufrir, por más
que se intente “vender” otra cosa para el afuera. Haciendo
“como si” nada sucediera, es de suponer que quien no explica lo
hace porque tiene algo que ocultar. Aunque lo niegue. Y, amarrado a
la negación y la mentira, la imposibilidad de construir un vínculo
auténtico y saludable cae de madura.
Hay
momentos en que callarse resulta una actitud positiva y sana, pero
el silencio por estandarte corroe cualquier tipo de relación.
Porque aleja y desvincula, creando incertidumbre e inseguridad.
Cuando un adulto que es padre cierra en torno de sí un círculo de
silencio atrapa a su hijo en él, sentenciándolo en el pase de la
posta y, la mayoría de las veces, además perturbándolo en la
incoherencia de no darle explicaciones (enseñándole que no las dé)
al tiempo en que le exige saber de él.
Deshaciéndose
de la equívoca idea de libertad que conecta sólo con la vaciedad y
el descompromiso, es fundamental que los padres preparen al hijo en
el disfrute del diálogo responsable, que responde al genuino interés
de unos por otros, enseñándole que, entre dos personas que se
encuentran, más que limitarse a apreciar la cáscara vale saborear
la fruta...hasta llegar al corazón.
Psp.Ma.Alejandra
Canavesio.
|