¿ES UN JUEGO?
“El
estupor no sólo me invadió a mí sino a todas las personas que
compartíamos el mismo transporte y estábamos cerca de él. Ha de
haber tenido unos 10 años. En determinado momento, extrajo del
bolsillo de su pantalón corto un revólver de plástico, se
arrodilló en el asiento, abrió la ventanilla y comenzó a hablar a
los gritos, haciendo como si disparara a las personas que veía en
las veredas: ‘¡hey, señora, un solo tirito!...¡hey,
amigo...pum, pum, pum!’. Valiéndose de esa actitud y esas dos
expresiones, se mantuvo de rodillas con medio torso fuera del
colectivo durante varias cuadras...Cuando me tocó descender, justo
en la esquina de una plaza, me quedé mirándolo desde abajo hasta
que el vehículo arrancó. Me sentí agobiada y desesperanzada y,
mientras desandaba los pasos hacia el sitio al que me dirigía, como
navegando en un mar picado de pensamientos me pregunté qué era lo
que imaginaba aquel niño y hasta qué punto lo que acababa yo de
presenciar se trataba de un juego...”
Las
ficciones, los ensueños y otras actividades imaginativas ocupan un
lugar importante en la vida mental y afectiva del niño. Por medio
de la imaginación y la fantasía puede sobrepasar las fronteras del
tiempo y del espacio; puede relacionarse con acontecimientos,
personas y cosas que están más allá de su alcance ordinario;
puede manipular su ambiente con más comodidad y mayor libertad;
puede llevar a cabo aventuras sustitutivas y ejercitar muchos
intereses e ideas; puede satisfacer necesidades y deseos, enfrentar
temores, compensar carencias, liberarse de irritaciones, evadirse de
situaciones desagradables, eliminar o dominar acontecimientos que le
molestan y ponen obstáculos en la vida real, sin enfrentar todos
los riesgos y dificultades que ésta implica. En un medio imaginario
no se atiende a todas las reglas de la lógica y la consecuencia, y
el niño puede combinar fragmentos de ideas y manejar algunas que sólo
comprende en parte, aceptando con frecuencia restricciones y
privaciones contra las que, en otros términos, protestaría enérgicamente.
En muchas fantasías, el niño desempeña un papel dramático o
heroico y cuenta con facultades, aptitudes, privilegios y
oportunidades que normalmente están fuera de su alcance.
Una
característica importante de la actividad imaginativa es la
capacidad de prever un acontecimiento antes de que se produzca
realmente, y el niño llega a ser capaz de colocarse en situaciones
que todavía no existen. (Si un niño no puede imaginar, tampoco
sabe qué es lo que tiene que esperar). La utilidad de los proyectos
imaginarios
como un medio para aprender a hacer frente a lo real es
puesta de relieve por el hecho de que lo imaginado es intensamente
vivido en la experiencia del niño. La ficción no sólo le
permite eludir la necesidad de una racionalidad completa, sino que
le proporciona un medio de hacer que las cosas parezcan racionales.
Ahora
bien: ¿qué es imaginar?...Imaginar es representarse
idealmente una cosa; una cosa real; una cosa que existe
verdaderamente aunque no esté presente ante nosotros en el momento
en que la pensamos como una imagen. Imaginando se re-presentan
(presentan de nuevo) mentalmente las imágenes extraídas de la
realidad.
La
imaginación y las fantasías del niño se traducen a través del
juego; del “hacer como si”, y en ese “hacer como si” no
solamente se proyecta sino que también consolida sus experiencias
emocionales, las explora y se familiariza con ellas, modela la
realidad adaptándola a sus propias necesidades afectivas e
intelectuales...e imita al adulto, en tanto va estructurando su
pensamiento.
El
comportamiento de los padres (y de los adultos como sociedad) se
erige para el niño como una sumatoria de imágenes a reproducir, y
el cuestionamiento que surge de esto es hasta qué punto no se lo
victimiza en una adaptación directa a las imágenes concretas que
se le ofrecen, sin brindarle la posibilidad de ser creativo y poder
cambiarlas por otras.
Permanentemente
el niño es bastardeado con imágenes agresivas y violentas que
recrea, a modo de juego, pero que repite al fin. La televisión
tiene gran peso en esto, porque contribuye a destruir la imaginación
activa, la generación de fantasías propias y el esfuerzo creador,
desnutriendo pasivamente al niño con fantasías fabricadas que
acaban por “robotizarlo”, conectándolo con modelos destructivos
y violentos, así como también con falsas ideas acerca del valor,
la fortaleza y la crueldad. En la medida en que el niño consuma
agresividad y violencia, es justamente éso lo que generará, pues
reproducirá una y otra vez las imágenes visuales y auditivas que,
de uno u otro modo, lo impactan. Todo niño hace lo que ve, da lo
que recibe e imita y hace propio lo que capta a su alrededor.
Así
como cuando se quiere construir una casa de ciertas características
se eligen los materiales acordes a esa construcción, al momento de
modelar al niño es imprescindible la selección de sus influencias
y alimentarlo en una vida de recursos lo suficientemente ricos como
para lograr de él un ser sano, independiente y creativo, capaz de
mostrar, en cada cosa que haga, quien verdaderamente es.
Psp.Ma.Alejandra
Canavesio.
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