DESPROLIJO...SE
USA.
La
calle se ha transformado en una vidriera desopilante de la cual muy
pocos quedan afuera: prendas desteñidas, manchadas o deshilachadas;
pantalones caídos que dejan a la vista la ropa interior; peinados
despeinados; telas arrugadas; rayas con flores y lunares con
cuadros. Parecemos inmersos en una especie de era de la desprolijidad
producida. Y digo producida por intencional, porque no se trata
de haberse echado accidentalmente lavandina en la remera, de haberse
sentado en un banco sucio, caído y roto las rodillas del pantalón
contra la vereda, olvidado de hacer un ruedo ni no tener con qué
peinarse...Lo que sucede no es fortuito, sino absolutamente
elaborado.
Según
dicen “no sólo hay que ser sino también parecer”...y
estoy totalmente de acuerdo. Porque la apariencia cuenta. Y mucho.
La conducta es la manifestación de la personalidad; en el cómo me
conduzco muestro quién soy, y ese conducirse incluye el “qué me
pongo” y qué hago con mi aspecto y presencia. El exterior expresa
el interior...que puede caracterizarse por una desprolijidad interna
o por la desprolijidad de amoldarse a una moda desprolija.
De
acuerdo a mi propia óptica, con el correr del tiempo no solamente
la ética entró en crisis, sino también la estética. El buen
gusto parece una cuestión anticuada y añeja, y la búsqueda de la
belleza naufraga en el olvido (en irónica contraposición al culto
que se hace por el cuidado del cuerpo).
Resguardados
en el conocimiento de la rebeldía, la oposición y el desafío como
características distintivas de los pre y los adolescentes, muchos
padres erran en su actitud de no mantener la firmeza en el
sostenimiento de los límites entre lo permitido y lo no permitible,
y lo esperable y lo que no lo es, justo en una etapa en que es
fundamental sostenerlos y reafirmarlos. Y, tarde o temprano pero
indudablemente, aparece algún motivo que los hace “despertar” y
ver la realidad para sentir que la situación “se les fue de las
manos”, muy a pesar de que la moda diga que “todo vale y está
bien”.
A
la percepción y reconocimiento de la belleza hay que educarlos. Si
bien no todas las personas tenemos los mismos gustos, lo bello tiene
que ver, indiscutiblemente, con la armonía y la perfección que
inducen a amar aquello que las posee, por producir complacencia y
deleite para el espíritu.
Con
todo lo que hacemos transmitimos un mensaje. Si somos prolijos,
cuidadosos y esmerados, comunicamos una cosa; en cambio, si nos
afeamos, abandonamos y ridiculizamos, el mensaje es otro.
Los
padres deben permitir al hijo expresarse libremente, dejándolo
mostrarse tal cual es. Pero esto no significa consentir cualquier
conducta ni avalar el desarreglo, la desorganización, el desorden,
el facilismo, la comodidad, el conformismo y la ley del menor
esfuerzo; implica formarlo dentro de ciertos parámetros que lo
nutran con valores éticos y estéticos, y lo conduzcan a la búsqueda
permanente de las buenas costumbres, los buenos modales y la
belleza.
En la insensatez del afán por transgredir, que parece ser una marca
distintiva de la época, se atenta contra el perfeccionismo y la
evolución. Si REALMENTE deseamos de ésta una sociedad mejor,
deberemos elegir entre optar por plegarnos a lo que sucede o
decidirnos por despegar. Tal vez sea tiempo de comenzar a
llamar la atención por no ser modernos ni víctimas de nuestra
propia cultura, y empezar a diferenciarnos por un sello personal que
exprese lo que esencialmente somos y no lo que la masa nos induce a
ser. Será cuestión de no dormirse y dejarse arrastrar por la
marea. SERÁ CUESTIÓN de abrir los ojos, mirar hacia adentro
y aprender a mostrar al otro que YO soy YO y que por eso,
precisamente, es por lo que valgo.
Psp.Ma.Alejandra
Canavesio.
|