DE
ABUELOS, PADRES E HIJOS.
¿Existe
un límite cronológico para la preocupación de un padre por su
hijo? ¿Qué motiva a un padre a “tirar la toalla” respecto a un
hijo? ¿Qué pasa por el pensamiento y el sentimiento de un padre al
abandonar un hijo “a su suerte”?
Generalmente,
a una madre y a un padre les resulta difícil aceptar las
dificultades de un hijo; mucho más, el hecho de reconocerlas frente
a terceros que, de un modo u otro, puedan opinar y tener algún tipo
de intervención. ¿Y qué es lo que conduce a un padre a obrar de
este modo?... El pensarse responsable, el sentimiento de culpa, el
tener conciencia de que “ese ser conflictuado por sus
dificultades” es el producto de su educación y crianza y, muy
probablemente, el mismísimo reflejo de sus propias dificultades no
resueltas. ¿Qué sucede entonces?... El camino más fácil (pero a
la larga el de más alto precio) es la negación del conflicto:
“-no le pasa nada; está bien”... Negar la existencia de algo
que no se quiere que exista es uno de los mecanismos más comunes de
poner en práctica a la hora de tener que hacerse cargo de un
“problema”.
El
cimiento sobre el cual todo padre debe comenzar a construir el
proceso de formación de un hijo es siendo para él un ejemplo, un
modelo de vida. Los niños precisan más de los ejemplos que de las
enseñanzas, más de los hechos que de las palabras. Las
experiencias de vida y las conductas de los padres son modelos de
aprendizaje para los hijos. Mostrando qué se hace y qué no se
hace, cómo se hace y cómo no se hace, los padres “forman” o
“deforman” a sus hijos. Y ningún padre puede pretender, y mucho
menos exigir a un hijo no sólo lo que él mismo NO ES, sino tampoco
lo que no es capaz de hacer, decir, dar ni sentir.
Cuando
las dificultades de un niño no son consideradas como tales por los
padres, a conciencia o no, y no son atendidas ni bien aparecen, el
niño se “acostumbra” a vivirlas como si fueran “normales”
(aunque, seguramente, no se sienta bien con ellas), asegurándose así
su propio pasaje a una sucesión de dificultades cada vez mayores, a
lo largo de su vida, y cuya solución, a medida que el tiempo pasa,
se hace más compleja.
De
todos modos, nunca es tarde para ayudar a un hijo con dificultades
y, con mayor razón, si el niño en cuestión no es capaz (debido a
su edad o a otra circunstancia) de ayudarse a sí mismo por sus
propios medios.
El
objetivo de todo BUEN padre es formar un BUEN hijo, capaz de ser
feliz y de hacer feliz a quienes lo rodean... Y, para esto, es
fundamental haber tenido un BUEN ejemplo en casa; un modelo digno de
emular.
Psp.Ma.Alejandra
Canavesio
.
|