CUANDO
UNO DE LOS DOS NO ESTÁ.
Una
vez conocí a una personita de 11 años a quien, a pesar de tenerla,
le hacía falta una mamá. Era un precioso niño que transcurría
silenciosamente sus días en un mundo de pocas palabras, en el que
no tenía voz ni voto. De lento andar y cabeza gacha, convivía a
diario con un sufrimiento que nadie parecía advertir porque, era
obvio, a nadie convenía advertirlo...
Hoy
en día es cada vez más frecuente ver familias de un solo padre;
grupos familiares que, a raíz de un divorcio, quedan reducidos a la
mamá y los hijos o al papá y los hijos, siendo éstos los menos
comunes. Pero...¿qué sucede con un niño al que le falta en casa
el papá? ¿Y aquel al que le falta la mamá?
Es
durante la infancia y en las figuras de los padres donde el niño
encuentra las primeras imágenes del comportamiento masculino y
femenino con las que ha de identificarse. Hombres y mujeres son muy
distintos a la hora de hablar de necesidades y capacidades
naturales, y piensan, sienten, se comportan y se comunican de manera
diferente. Por la influencia de los vínculos familiares, con sus
padres como primer modelo de la relación hombre-mujer, el niño
aprende a mar y a comportarse socialmente. Para él es tan
importante sentirse amado por sus padres como ver que ellos se aman
entre sí. Su desarrollo y equilibrio emocional dependen, en gran
medida, del grado de madurez y armonía psicoemocional que hayan
alcanzado los padres a lo largo de sus vidas.
En
los hogares en que una de las figuras paternas está ausente es de
vital importancia para el desarrollo psicoemocional saludable del niño
que el padre con el que vive sea capaz de proporcionarle un ambiente
y seguro, que le haga factible la certeza de que la ausencia del
padre que no está no se trata de algo personal respecto a él (el
hijo) y que, aunque ya no compartan todos la misma casa, él mismo
puede contar con cualquiera de los dos, en cualquier momento, porque
ambos lo aman por sobre todo acontecimiento y situación. El
comportamiento de ambos padres al respecto y el modo en que manejen
la separación, tanto entre ellos dos como en relación a los hijos,
es lo que va a determinar el grado de aceptación y sufrimiento de
éstos. Es importante también, que ambos acuerden de antemano el
tipo de crianza y educación que pretenden para el hijo, a fin
evitar incongruencias en las actitudes de uno y otro, que sólo
conduzcan a la confusión y desestabilización del niño.
El
padre con el que el niño vive debe ser afectuoso y comprensivo con
él; debe mostrarle coherencia entre lo que dice y lo que hace; debe
interesarse por sus cosas, escucharlo, respetarlo, tenerlo en cuenta
y considerarlo participante activo del grupo familiar; debe hacerlo
sentir valioso y útil; y debe mantener con él un canal de diálogo
que haga posible una buena comunicación entre ambos. Bajo ningún
pretexto debe intentar monopolizarlo como hijo; no debe descalificar
ni desvalorizar al otro padre, así como tampoco debe implementar
trampas ni tretas para manipularlo en su favor, con el objeto de
retenerlo cuando “le toca” compartir tiempo con el otro padre.
Luego
de un divorcio, todo niño necesita reparar la ruptura de su vida
familiar y compensar la ausencia del padre que no está con él. Por
ese motivo es tan importante la existencia de figuras sustitutas,
que permitan recomponer aquel primer modelo.
Psp.Ma.Alejandra
Canavesio.
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