CONTALE A MAMÁ.

 

“...Entonces le conté a mi mamá, para que ella vaya y le diga a la mamá de Nadia que su hija me dijo algo que no me gustó y que no quiero que me siga diciendo esas cosas...” Valentina se veía angustiada. Y no era la primera vez. Sucedía desde siempre, en cada oportunidad en que alguien se valía para con ella de descalificaciones, desprecios, ofensas y palabras hirientes. Entonces se paralizaba, postergaba el llanto y se ahogaba en el silencio...hasta llegar a la casa y contar verborrágicamente a su mamá lo sucedido, para que fuera ella quien ‘tomara cartas en el asunto’. Lo peor de todo es que lo lograba...

 

La autoestima es la consideración y el aprecio por uno mismo; tiene que ver con la habilidad para realizar tareas, el valor que nos otorgamos como personas y la importancia de la propia vida. La autoimagen es la forma en que nos vemos a nosotros mismos o imaginamos que somos. Cualquiera que sea la forma en que nos comportemos, estará ligada a nuestra propia imagen que, obviamente, será la que delineará nuestro proceder.

Un niño que se conduce como la nena del ejemplo, no sólo lo hace por acostumbramiento sino también, y fundamentalmente, porque los padres hacen por él en vez de enseñarle a hacer por sus propios medios, conectándolo con una pobrísima autoimagen que, indefectiblemente, lo conducirá a una baja autoestima. La opinión del niño respecto a quién es, a lo que es capaz de hacer, a cómo lo ven los demás y a qué esperan de él es bastante variable, razón por la cual es de suma importancia lo que hagan los padres en pos de la construcción adecuada de su autovaloración.

El niño que tiene una autoestima baja desea ser otra persona o más pequeño de lo que es, como para librarse de las exigencias propias de su edad; se siente inferior a los hermanos, amigos y compañeros o cree que no vale nada o, al menos, no tanto como todos ellos; llora con frecuencia al tener que enfrentar tareas difíciles o situaciones desconocidas y nuevas; hace comentarios negativos, desvalorizantes y despectivos acerca de sí mismo; no siente interés ni encuentra motivación para esforzarse; no cuida de sí y hasta llega a lastimarse con tal de llamar la atención; siente que solamente es capaz de comprender cosas muy simples; le resulta difícil tomar decisiones; se cree incapaz de actuar por iniciativa propia; piensa que los demás no tienen ni el más mínimo interés en lo que él hace o dice; no es atractivo ni entretenido y eso hace que sólo excepcionalmente se lo elija para algo; se muestra casi permanentemente sumiso; rara vez sonríe o ríe...y sufre. Generalmente en silencio, pero sufre. Y mucho. Porque siente que no es importante, que no puede, que no vale y que, por tanto, no existen motivos como para que lo quieran. Entonces busca y se acostumbra a que los otros lo suplanten, hablando y haciendo por él.

Para poder hacer hay que ser y para poder ser hay que creer y confiar en uno mismo. El principio fundamental de la autoconfianza se asienta en sentirse aceptado, apto y seguro de sí, tanto como para ser capaz de adueñarse y conducir la propia vida, defenderse del adversario, exponer lo que se piensa y siente y mantenerlo con firmeza. Son los padres quienes deben descubrir en el hijo sus cualidades, para poder señalarlas como tales, estimularlas y ayudarle a “sacar” lo mejor de él, abriéndole el camino de la autovaloración en pro de la realización personal, tanto intelectual como emocional y creativa. Para la autoestima se precisan la aceptación y la afirmación, el sentido de pertenencia y la capacidad, que logren del niño una persona que se sienta querida, valiosa, importante, capaz de hacer cosas y con un lugar que le pertenezca. Ayudando al hijo a crecer contento consigo mismo lo ayudarán a sentirse bien con los demás.

La autoestima es la clave para el desarrollo positivo del niño, es mucho más importante que la inteligencia y es la única garantía de un presente y un futuro satisfactorios, ya que resulta esencial para lo que él es en la actualidad y para aquello en lo que desee convertirse. El niño que se considera valioso y efectivo y que tiene capacidad como para comportarse de acuerdo con esto es más perseverante en su tarea, tiene más posibilidades de conseguir con éxito lo que se propone y logra un mejor rendimiento que aquel igualmente capaz pero menos seguro de sí mismo.

Es preciso un ENTRENAMIENTO EMOCIONAL. Indiscutiblemente. Hace falta que madres y padres aprendan a hablar con el hijo acerca de lo que sienten él mismo, ellos y los demás, que acepten lo que manifiesta como válido y lo respeten, y que lo ayuden a encontrar formas adecuadas de manejarse en todas y cada una de las situaciones cotidianas que le toquen vivir, enseñándole que es mucho más destructiva la frustración por no hacer que la insatisfacción por equivocarse haciendo...que será el punto de apoyo desde el cual partir para volver a intentar.

Psp.Ma.Alejandra Canavesio.

 

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