¿CARA O CECA?

 

Un hombre de 37 años, padre de tres hijos adolescentes, se quejaba ásperamente un día a raíz del comportamiento de su propia madre, apresado en un discurso en el que alternaba rabia y sufrimiento, trasluciendo un confuso malestar que, evidentemente por paralizarlo, sólo le hacía posible lamentarse...impidiéndole actuar.

Hay personas que poseen una habilidad casi inconcebible para desfigurar la realidad, de acuerdo a sus intereses y deseos personales, buscando tener siempre la razón (o hacer creer que la tienen) y “caer bien paradas” frente a todo aquel que las escuche, sin excepciones, en todo momento y lugar. Convencer al otro según propia conveniencia es conducta habitual en ellas, valiéndose para esto de permanentes e incansables actitudes cambiantes, que fluctúan entre el hecho de afirmar como real algo que no lo es, negar más tarde haberlo afirmado e inmediatamente presentarlo distorsionado, según las circunstancias y quién se tenga adelante. Estas personas, manipuladoras desde el descaro y el cinismo, transcurren sus horas en un enfermizo y enfermante intento por ejercer el control sobre todo aquello que las rodea (personas y situaciones), sirviéndose de comportamientos afectados, simulados y ficticios que, hasta cierto punto, denotan una representación casi teatral de sus vidas y distan en extremo de ser auténticos y de traducir sentimientos y emociones vividos íntimamente. La lógica consecuencia que deviene de esto es la confusión, la inhibición y la parálisis del “espectador” que, si no cuenta con los medios necesarios como para preservar su salud mental y emocional , se convierte en presa forzosa de una trampa con escasas posibilidades de huída. Atrapada o no, la víctima de este tipo de personas genera en su interior una desconfianza e inseguridad tales, que su propia vida se condena a una pena perpetua (muchas veces enmascarada de agresividad), que obstaculiza su apertura y entrega genuina a otra persona, justamente a partir de su dificultad para confiar, a raíz del profundísimo temor que le despierta la posibilidad de toparse con alguien similar al que conocen (esto no siempre es consciente). Asentada sobre una base de confusión e inestabilidad extremas, esta persona pendula entre la sumisión y la imposición desmedidas al momento de relacionarse con otra, naufragando en cualquier tipo de vínculo afectivo que intente establecer.

¿Qué hacer, entonces, con los hijos de este “espectador”, a fin de evitar que se conviertan en nuevas víctimas de esta encubierta manipulación destructiva?...Lamentablemente no es fácil; y no lo es, justamente, a partir de que resulta una tarea penosa el hecho de esquivar la emboscada. Pero no imposible...

Lo fundamental en estos casos es DARSE CUENTA de la situación, agilizando el sentido común y la inteligencia, para poder obrar adecuadamente en consecuencia. Debido a que todo ser humano, precisamente por su condición de “humano”, posee virtudes y defectos, es igualmente esencial valorar y estimular sus aspectos positivos como reconocer y considerar los negativos en tanto tales, evitando “adherirse” a estos últimos simplemente por una cuestión de costumbre, en toda circunstancia y situación y, con mayor razón, siempre que haya comprometidos niños de por medio.

Psp.Ma.Alejandra Canavesio.

 

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