A LA CAMA...¿CON?

 

El problema aquí era que mamá y papá “no podían” sacar a Agustín de la cama grande. Con mejores y peores caras, con más o menos discusiones, con altas y bajas de voces, con más o menos tironeos, de primera o en última instancia...el niño siempre acababa instalado ¿molestamente? entre los padres. Y, sí, al menos mientras estaban los tres. Porque, cuando mamá dormía sola, no sólo valía...sino que estaba bien.

El paso del tiempo no hace más que acrecentar la sorpresa de muchos al observar y escuchar a los niños. A más de uno (incluyéndome) he oído decir expresiones tales como: “en mi época a eso lo hacíamos a los 18”, “¡qué barbaridad!”, “¿adónde vamos a ir a parar?”, etc., etc., etc. Por lo que escuchamos ayer, por lo que vemos hoy...por imaginarnos el mañana...Y esto, realmente, más que sorpresa causa estupor.

¿Y qué hacemos? Quedar estupefactos; arrugar la cara y menear la cabeza; acomodarnos incómodos en la crítica por la crítica misma; limitar la acción a opinar desde afuera...¿Y qué deberíamos hacer? Ante todo: PENSAR; usar el sentido común y la inteligencia; abrir bien los ojos y los oídos ante cada cosa que hacemos y decimos al niño o frente a él. Porque nos verá, nos oirá, nos tomará como ejemplo...y repetirá. Y, sí: se supone que si papá y mamá hacen lo que hacen y dicen lo que dicen, es porque “está bien”...

Lamentablemente, es mucha la cantidad de padres que creen que, mientras el hijo no vaya a sufrir un ataque ni ponga en riesgo su vida física, todo vale y está bien. He aquí una grave equivocación. A diario e inintencionalmente se cometen pequeñas necedades que, en sumatoria constante, no pueden más que conducir a lo inevitable. Lo inevitable que, una vez que se instala, preocupa y altera, impidiendo la claridad de descubrir cómo es que se llegó hasta ahí, como para poder tomar las medidas pertinentes. Y surgen los problemas...

Pensemos en las razones que conducen a los padres a llevarse el hijo a la cama o a permitirle el ingreso a ella. ¿? ¿Comodidad? (¿de quién?), ¿deseos de estar juntos? (¿desde quién?), ¿búsqueda de cercanía corporal? (¿de parte de quién?)...Hay mamás que declaran que los mimos de Manuel para entrar a la cama “la pueden” y papás que dicen dormir abrazados calentitos a Milena, y esto sería absolutamente maravilloso, si Manuel y Milena fueran el marido y la mujer...y no los hijos.

Una cosa es acompañar al niño hasta que se duerma, en su cama ( para leerle un cuento, porque tiene miedo, por estar enfermo, etc.), y otra, muy diferente, es hacerlo dormir en la cama matrimonial.

La cama no es un sitio de reunión familiar, sino un lugar de encuentro entre los padres, en el que no hay cabida para el hijo. En la cama suceden cuestiones exclusivas de mamá y papá, de las que el niño debe quedar exento y al margen. Sin concesiones.

Siempre que se lleva un hijo a la cama de los padres se lo hace ocupar indebidamente un espacio inadecuado. Y se lo usa...para que no haya relación entre ellos, poniéndolo, literalmente, “en el medio”; para ocupar un lugar vacío, si uno de los dos no está; para que ninguno se sienta solo...Porque no es solamente al niño a quien le gusta la proximidad y el contacto con el otro. Acostados en la misma cama, inevitablemente todos tendrán roces corporales y recibirán caricias que resultarán placenteras y excitantes.

Las fronteras entre las generaciones no deben borrarse, bajo ningún pretexto. En el grupo familiar hay que saber distinguir, para separar, el mundo de los padres del mundo de los hijos. Una familia no es una mezcolanza de personas en un permanente intercambio de roles, sino una estructura de partes definidas y ensambladas de modo tal que puedan mantenerla firme y de pie.

Así como el niño no debe vivir a la par de los padres, tampoco debe dormir de ese modo: ni en cuanto a sitios ni en cuanto a horarios. Padres por un lado e hijos por el otro. Conservando las distancias. Cada cual en su lugar.

EL HIJO NO NECESITA DORMIR CON LOS PADRES. Lo contrario no es más que una excusa facilitadora de algún objetivo que nada tiene que ver con lo que al hijo verdaderamente le hace falta. Es el adulto quien lleva al niño a la cama o quien le permite estar y es su responsabilidad delimitar territorios.

La cama no es espacio para compartir entre padres e hijos y no hay “peros” que valgan. Si a mamá y papá, REALMENTE, les importa el bienestar actual del niño en pos de una proyección saludable, deben ocuparse de que se acueste y duerma, en su propia cama, a una hora prudencial y dentro de un marco que le posibilite un sueño reparador, priorizando esto por sobre el placer personal de dormir con él.

Psp.Ma.Alejandra Canavesio.

 

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